15/12/11

¿Cómo vivir cristianamente en una sociedad consumista? (¿y cómo celebrar cristianamente la Navidad?)

El consumismo es un fenómeno muy particular, que no es exactamente idéntico con la avaricia o el egoísmo. Éstos son pecados individuales y personales, mientras el consumismo es colectivo, es una cultura en la cual todos vivimos y participamos de una u otra manera. Como cultura social, nos envuelve a todos, mayormente de forma inconsciente. El consumo normal llega a ser consumismo cuando el comprar y el consumir llegan, inconscientemente, a ser compulsivos. Puede tomar la forma de "consumo conspicuo", de comprar lujos para ostentarlos ante los demás, pero también puede tomar la forma opuesta, el impulso irresistible de comprar cosas solo porque están baratas ("consumismo de gangas")


Consciente o inconscientemente, activa o pasivamente, de una u otra forma, todos somos parte de esta sociedad de consumo, como veremos si analizamos algunas de sus características:

Supremacía de valores materialistas. Es revelador la frecuente pregunta, "¿Cuánto vale fulano?", para preguntar cuánta riqueza tiene. La misma palabra "riqueza" se suele entender en sentido económico, sin considerar valores morales, espirituales y sociales. En los mercados, "cuánto vale" se entiende como "cuánto cuesta", que en realidad es algo muy distinto. Muchos dichos del pueblo reflejan estas mismas actitudes:

"Tanto tienes, tanto vales"
"Poderoso caballero es don dinero"
"Quién dijo penas mientras las alforjas están llenas"
"Cuando se trata de dinero todos somos de la misma religión"
"El dinero no produce la felicidad pero produce algo tan parecido que es asunto de especialistas"

Puede ser sorpresa darnos cuenta de que vivimos en una sociedad materialista, y que ese materialismo penetra mucho en la iglesia. Es importante reconocer que hay diferentes tipos de materialismo. El materialismo metafísico afirma que sólo lo material es real. El materialismo histórico, en cambio, apela a lo económico como clave para entender el proceso histórico. Pero más sutil es el materialismo práctico de la actual sociedad capitalista. El materialismo consumista no afirma que sólo lo material es real sino que a fin de cuentas sólo lo material importa.

En varios pasajes de los evangelios Jesús advierte contra esta visión materialista-consumista de la vida: Lo repudia directamente en su palabra al rico insensato: "la vida de una persona no consiste en la abundancia de sus bienes" (Lc 12:15). Los tesoros de este mundo son frágiles; fácilmente se pierden, los ladrones las roban, se herrumbran y se quiebran (Mat 6:19). Los tesoros del reino venidero son imperecederos (6:20). En el pasaje paralelo en Lucas, Jesús aclara que es por compartir las riquezas que se convierten en tesoros eternos (Lc 12:32-34). Al materialista Jesús le dice, "¡Necio! Esta misma noche te van a reclamar la vida, ¿y quién se quedará con lo que has acumulado?" (Lc 12:20).

Nos toca a cada uno examinarnos y preguntarnos cuáles son las verdaderas prioridades de nuestra vida. En el transcurso de una semana, ¿qué es lo que más ocupa mis energías y mis esfuerzos? ¿Qué es lo que me da más satisfacción: ganar mil dólares, gastar mil dólares o regalar mil dólares? Si son las dos primeras, la primacía de ganar y gastar, estoy atrapado en el consumismo, a lo mejor sin darme cuenta. Solo la prioridad de compartir -- hacer de la vida un proyecto de servir a Dios y a los demás -- da verdaderas riquezas que perduran.

En el consumismo el consumo se considera una finalidad en sí, un valor propio inherente. Entonces vivimos para consumir (lo máximo posible), en vez de consumir (un mínimo conveniente) para vivir (mucho más plenamente). Es una cultura del consumo por el consumo. En su extremo, para muchas personas, el consumo es la meta suprema de su existencia. Un eslogan popular, que aparece todavía en muchas camisetas en inglés, reza "I shop, therefore I am" ("Hago compras, luego existo"). Es una relectura de la fórmula fundante del pensamiento del filósofo Descartes, "cogito, ergo sum" ("Pienso, luego soy"). Hay que dudar de todo, dijo Descartes, pero de una cosa no puedo dudar: si estoy aquí pensando, entonces existo o no estaría dudando. Hoy día, cuando algunos ni piensan, hay que reformular la consigna: "Hago compras, por eso (y para eso) existo".

Un pionero en el análisis del consumismo fue Thorstein Veblen. En su clásico La teoría de la clase ociosa (1899) estudió los patrones de gastos de los "nuevos ricos" de la época con un alto componente de "consumo conspicuo" u "ostentoso". Ante la pregunta de por qué la gente compraba lujos que no necesitaban, descubrió que muchos de los muy ricos empleaban su fortuna para exhibir su estatus social y su superioridad económica en vez de la utilidad efectiva de lo comprado. Así la compra de joyas exorbitantes, ropa lujosa, mansiones y limosinas constituye consumo conspicuo o aun "invidioso" (sic), una forma más específica, consumo con la intención de causar envidia en otros. En décadas recientes el lujo ostentoso de las diosas de Hollywood a menudo ha sido consumo conspicuo. En otro sentido, la tiranía de "la moda" hoy día presiona a muchas personas a gastar mucho dinero para demostrar que están al día y tienen buen gusto.

Un reciente artículo de Roberto Torres Collazo analiza "La dictadura del consumismo", precisamente en la época de Navidad. Los modernos medios de comunicación han perfeccionado los métodos de la mercadotecnia para hacernos desear cosas que sin ellos no hubiéramos deseado ni mucho menos necesitado. Su propaganda y sus "promociones" dictan muchas de nuestras decisiones. Nos manipulan para sacarnos el dinero, y en las temporadas electorales nos manipulan para creer toda la propaganda engañosa y votar por los y las candidatos que más les paguen a ellos. Los medios en gran medida nos han reducido a simples comparadores. Han convertido el "homo sapiens" en "homo emptor", compradores por esencia.

Junto con el consumismo va creciendo una pasión por acumular sin límites. Parece que el afán de acumular se apodera de la persona, impulsándole a querer siempre más y más, sin parar de acumular. La misma palabra griega para "avaricia" es un compuesto de un verbo y un adverbio, "tener" y "más". Llega a ser obsesiva; la persona no puede vivir sin estar ganando más. Sólo por un milagro de gracia divina un ser humano va a decir "ya tengo suficiente, no quiero tener más". Pertenece al proceso adquisitivo ser infinito, en ese sentido; suele ser un cáncer que crece en el corazón y en la vida.

Las escrituras ven muy negativamente a esta mentalidad de acumular. Del rey de Tiro dice, "Has acumulado mucha riqueza... Con tus muchas riquezas te has vuelto arrogante" (Ez 28:4-5; cf. Hab 2:6). "Ay de los que juntan casa a casa", denuncia Isaías, "y añaden heredad a heredad hasta ocuparlo todo" (Is 5:8). Según Eclesiastés 5:10, "El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad". Santiago condena esa mentalidad en los ricos del primero siglo: "Han amontonado riquezas, ¡y eso que estamos en los últimos tiempos!" (Stg 5:3).

Un fenómeno relacionado con el consumismo es el culto al éxito que es una característica de la moderna sociedad capitalista. Una sociedad basada en la competencia va a acentuar la diferencia entre los exitosos y los no exitosos, generalmente medida por su fortuna pero también por su fama (que generalmente van de la mano). Produce una sociedad estratificada por los grados de éxito logrados por cada individuo. Una sociedad de muchas comparaciones odiosas es el resultado lógico de una economía basada en la competencia.

La peor expresión de este fenómeno es el desempleo, mucho peor porque es resultado del mismo sistema donde los trabajadores son esencialmente una mercancía en el "mercado laboral", parte de la fórmula de ingredientes del éxito de otros.

En 1973, en la Universidad de Tubinga, Hans Küng ofreció un brillante curso sobre "Teología de la gracia". Como evangélico, escuché con sumo agrado las magistrales exposiciones de este renombrado pensador católico. Especialmente iluminador y conmovedor fue la actualización que hizo del tema. Hoy día, propuso, una de las formas de justificación por las obras es el éxito. Vivimos, afirmó Küng, en una "Leistungsgesellschaft", una "sociedad de logros", donde el valor de cada persona se mide por sus logros, Como todo sistema de justificación por obras y méritos, esto polariza la comunidad en "fariseos" y "publicanos". Ambos resultados son anti-humanos y destructivos. Los "fariseos", están confiados de su valor y mérito, ante la sociedad y ante su Dios, porque han logrado el éxito. Los "publicanos", en cambio, se sienten fracasados y desacreditados por su poco o nulo éxito y sus pocos logros. Hoy día el prototipo por excelencia del "publicano" es el desempleado, que tiende a sentirse inútil, un cero a la izquierda, excluido del sistema y alejado del amor de Dios. Todo este sistema elitista es una negación del Dios de la gracia y una gravísima contradicción de la justificación por la fe.

Sin duda este análisis requiere mucho más profundización, y tampoco debemos generalizar más de lo que justifican los hechos. Pero la cultura consumista es una realidad innegable, y el primer paso para salir de ella es reconocer que existe y que estamos todos y todas metidos en ella. Sin embargo tampoco basta con sólo analizar y denunciar. Los profetas hebreos, que deben ser nuestros ejemplos hoy, denunciaban el mal de su pueblo pero también anunciaban la esperanza de cambios y al final del reino de Dios y su justicia. En ese sentido, ¿qué podemos hacer hoy para aportar a soluciones para este mal ético y social?

En primer lugar, habiendo reconocido estas realidades, debemos repudiar los anti-valores del consumismo y liberarnos de ellos. Como cristianos y cristianas, tenemos que hacer una gran declaración de independencia: no dejarnos reducir a meros consumidores; no dejarnos manipular por la propaganda para comprar cosas que no nos hacen falta; no medir a las personas por valores materialistas; y repudiar de una vez para siempre el culto al éxito. Contra los anti-valores del consumismo, debemos comprometernos con los valores cristianos y humanitarios de una sociedad alternativa. Lo expresó elocuentemente Facundo Cabral en muchos de sus canciones-sermones-adagios:

"Hay gente tan pobre, que lo único que tiene es dinero".
"No es rico el que más tiene, sino el que menos quiere"

Aun más revolucionaria es la consigna de San Francisco de Asís:

"Deseo poco,
y lo poco que deseo,
lo deseo poco."

Los extremos y abusos de nuestro consumismo hoy están estrechamente relacionados con el concepto de "propiedad privada" como un valor absoluto e incuestionable. Para la Biblia, estrictamente hablando, la propiedad privada no existe, porque Dios es el dueño de toda la tierra y nosotros no somos dueños sino mayordomos de bienes que no son nuestros (¡véase Lev 25:23!). En el Pentecostés "tenían todo en común" y "nadie consideraba suya ninguna de sus posesiones" (Hch 2:44-45; 4:32). El papa Pablo VI expresó bien este principio bíblico cuando declaró que "toda propiedad privada lleva una hipoteca social". Aunque hoy día tenemos una economía de mercado y de propiedad privada, estos modelos bíblicos deben relativizar radicalmente nuestra pasión por acumular bienes personales a espaldas del bien común social.

Esta visión bíblica de la vida económica revolucionará nuestra actitud hacia el salario mensual. Lo normal es pensar, "Este sueldo es mío, ¿de él, cuánto debo dar a Dios y al prójimo? y el resto por supuesto me toca a mí". Ahora vamos a pensar, "Dios me ha confiado la mayordomía de este sueldo pero ni un centavo me pertenece; ¿cuánto de él puedo retener para proveer una vida digna para mí y mi familia, y cómo sirvo a Dios y a los pobres con todo el resto?"

Segundo, nuestra liberación del consumismo significará simplificar radicalmente nuestro estilo de vida. La propaganda comercial y la presión social nos llevan a comprar muchas cosas que de hecho no nos hacen falta. Complicamos la vida más de la cuenta, y nos acomplejamos con ansiedad por mantener "un nivel de vida". Pero la misma abundancia de cosas materiales suele ser obstáculo para un "nivel de vida" humana y espiritual.

No cabe duda que para la mayoría de nosotros nos convendría simplificar significativamente nuestra vida. Un bello ejemplo de eso es la fiesta de tabernáculos en Israel. Todo el pueblo -- los que poseían mansiones y que ocupaban humildes chozas -- por una semana vivían en enramadas en el patio, sin refri, televisor ni micro hondas (diríamos hoy), cocinando con leña, todos iguales unidos en una vida sencilla y solidaria.

Lejos de consumismo y de cualquier teología de la prosperidad (versión religiosa del consumismo materialista), esta ética bíblica de las finanzas nos llevará a hacer de toda nuestra vida un proyecto de servicio a Dios y al prójimo en vez de un proyecto de acumular y consumir. Podemos tomar como modelo el famoso sermón de Juan Wesley, "Sobre las riquezas", con sus tres puntos:

(1) Gana todo lo que puedas (pero justa y honestamente)
(2) Ahorra todo lo que puedas (estilo sencillo de vida)
(3) Dar todo lo que puedas, a Dios y a los pobres.

Dios ama al dador alegre, pero parte de la sociedad consumista comercial es la obligación de dar regalos de cumpleaños y de Navidad, a veces regalar por presión social más que por amor sincero y por gozo. Una actitud bíblica hacia mi sueldo hará mucho para liberarme de esa obligatoriedad, pues no estoy "sacrificando", quitando algo de "mi sueldo", sino al contrario, para eso Dios me ha confiado determinada cantidad de dinero más allá de mis necesidades básicas.

Aquí quiero agradecer a nuestra hija Rebeca por habernos enseñado la alegría de dar regalos. Para Rebeca, dar regalos lindos y bien escogido es una pasión, uno de sus proyectos vitales. Rebeca es aeromoza con American y no le sobran recursos, pero sí le sobra amor y tiene un montón de amigos y amigas, desde niños y niñas hasta ancianos, de toda cultura, religión y raza y todos relativamente pobres. Como ella vive en Miami, vive pendiente de las ofertas, pero casi sólo para sus amigos y amigas. Es capaz de ver en febrero, en un precio alcanzable, un regalo maravilloso para el cumpleaños de alguna amiga en noviembre. Otro principio de Rebeca es de comprar de unos amigos para dar a otros amigos (p.ej. alguna amiga que vende cosméticos, o artesanías. pasteles etc). Ha sido emocionante acompañar a Rebeca en sus visitas a esta tropa de amigos que tiene y ver la alegría de niños y viejos al abrir sus regalos. ¡Gracias, Rebeca, por habernos enseñado tanto!

Es interesante, y muy importante, que en los evangelios los únicos "regalos navideños" se dan a Jesús mismo. Los pastores no trajeron regalos, y los magos no dieron nada a José y María ni ellos intercambiaron regalos tampoco. Sólo muchos siglos después comenzó la costumbre de dar regalos en la Navidad, costumbre que el siglo pasado se comercializó vergonzosamente. En la Navidad, el único regalo que importa es la entrega total de nuestra vida (incluso billetera y cuenta bancaria) a Jesucristo el Señor, y de esa entrega nacerá una vida de compartir en vez de acumular y consumir.

En esta Navidad haremos bien en tomar al corazón las palabras del martir Oscar Arnufo Romero:

Que no se dé como limosna lo que ya se debe de justicia.
Y que antes de hacer caridades baratas, regalitos, fiestas navideñas, etc.,
revisemos nuestra justicia social,
que no puede haber paz de Navidad
si no hay verdadera justicia en las relaciones de los salvadoreños.
¡Es esa la Paz que anhelamos!" ...

No busquemos a Cristo
entre las opulencias del mundo,
las idolatrías de la riqueza,
los afanes del poder,
las intrigas de los grandes.
Allí no está Dios.
Busquémoslo entre
los niños desnutridos que
se han recostado esta noche
sin tener qué comer.

Consumismo y Navidad. Jose Amesty

Se acercan los días decembrinos y navideños, época de celebración y gasto exagerado, inducido por mecanismos del capitalismo. El Consumismo tiene dos acepciones: Puede referirse tanto a la acumulación, compra o consumo de bienes y servicios, considerados no esenciales; como al sistema político-económico que promueve la adquisición competitiva de riqueza como signo de status y prestigio dentro de un grupo social. Los dos significados retratan vivamente lo que ocurre siempre al final de cada año, en Venezuela y en algunos países de America Latina. El Consumismo es estimulado por la publicidad que convence al público que un gasto es necesario, cuando se considera un lujo. Además, una de sus causas es, lamentablemente la falta de identidad de cada una de las personas, al no conocer sus necesidades esenciales y reales. El Consumismo, tiene a su vez un efecto global, al propiciar daño al equilibrio ecológico: Excesivo consumo de recursos naturales, generando en los procesos de producción: contaminación. El efecto personal, lo podemos ejemplarizar cuando nos hacemos un jugo de naranja natural, en lugar de comprar uno en paquete con conservantes y en envases inorgánicos. Proponemos entonces unos consejos para una Navidad sin Consumismo, tratando de resistir el despliegue publicitario en la Navidad. Tómese un momento para leer en voz alta historias de su tradición cultural, para preparar comidas tradicionales y para comprometer activamente a los niños y adultos en dar, no solo en recibir. Una forma de sentir el verdadero espíritu de la Navidad es desviar la entrega de regalos familiares, hacia la satisfacción de las necesidades de otros. Encuentren una familia con menos recursos que ustedes y denles regalos que necesiten. Para empezar a reivindicar la Navidad podemos comprar productos ecológicos, comprar productos nacionales, comprar productos usados y, sobretodo, lo más importante es comprar menos. Dar regalos que no son adquiridos en las tiendas y que demuestren a las personas que se los damos, que importan y que tomamos en cuenta sus gustos. Dar regalos que promuevan el Juego Creativo y no el juego con juguetes electrónicos y bélicos, que promueven la violencia y sexo. ¡NAVIDAD ES SOLIDARIDAD! Articulo: José Amesty Fuente: Prensa CBCR

13/12/11

Liderazgo Transformador

El liderazgo transformador: una propuesta atrevida de Jesús de Nazaret
R. Esteban Montilla, Ph.D.


En la última semana de su ministerio Jesús de Nazaret aceleró sus enseñanzas referente a un reino caracterizado por la justicia, la compasión, la humildad, la paz y el amor. Él estaba convencido de que el ser humano, al adoptar una espiritualidad transformadora y liberadora, podría generar cambios positivos en su personalidad y en las estructuras sociales. De allí que
dedicó su última semana a mostrar el camino hacia una vida mejor. Este mapa existencial que él mostraba incluía la importancia de ser congruente con lo que se cree y lo que se vive (Marcos 11:12-14, 20-25), usar el poder y la autoridad para bendecir a las demás personas (Marcos 12: 1-
12), llevar a cabo cada acción basada en el amor (Marcos 12:28-34) y practicar la generosidad
siguiendo el ejemplo del Creador (Marcos 12: 41-44).
El Evangelio según Marcos señala que en su afán reformador Jesús de Nazaret sugiere que los
líderes que gobernaban la nación de Israel se habían olvidado de la misión para la cual fueron
llamados: es decir ser luces y ejemplos de justicia, compasión y humildad para el resto de la
humanidad (Génesis 18:19, 22:18; Isaías 49:6). De manera que, movido por el amor a su pueblo,
Jesús intenta persuadir a sus escuchas, por medio de parábolas, ilustraciones y disertaciones
bíblicas, a que abrasen un modo de vivir más auténtico. En esta ocasión Él decidió enseñarles,
por medio de la siguiente narrativa donde enfatiza la importancia de ejercer autoridad bajo un
modelo de liderazgo transformador.
Un día al salir de Betania, su lugar de refugio para esa última semana, Jesús notó de lejos a una higuera que tenía hojas pero que no poseía frutos y aprovechó para enseñarles acerca de los
beneficios de ejercer un liderazgo congruente con los principios de integridad. Al acercarse a
esta planta de higuera él hizo la siguiente declaración “Nadie vuelva jamás a comer fruto de ti”
(Marcos 11: 14) y siguió su camino hacia Jerusalén. Lo más seguro es que los escuchas estaban
familiarizados con la idea de comparar a Israel con una higuera o una vid en tanto estas imágenes era muy usadas por los distintos profetas de la Biblia Hebrea (Jeremías 8:13; Oseas 9:10). A Israel se la había dotado de toda bendición necesaria para generar frutos de vida pero en muchos sentidos carecía de ellos. De allí la necesidad de una reforma y renovación espiritual que abarcara tanto a las personas como a las instituciones de ese país.
Una espiritualidad transformadora, según Jesús de Nazaret, tendría que caracterizarse por su
énfasis en la libertad y su compromiso con la justicia de lo contrario sería simplemente estéril.
Un liderazgo desde esa perspectiva emancipadora no solamente habla o aparenta llevar frutos
sino que los genera. Una higuera frondosa era un indicativo de que se tenía frutos, pero, para esa fecha, probablemente la primera semana de abril, era muy difícil ver una higuera con hojas y
mucho menos con fruto. Jesús lo comprueba al acercarse y no encontrar frutos en ella. Esta
apariencia le quitaba a la planta su esperanza de florecer porque al llegar la lluvia las hojas
presentes corrían el riesgo de caerse perdiendo así la oportunidad de generar los frutos esperados.
En la misma manera en la vida es mejor estar con necesidad que pretender estar saciados y con
esa actitud perder la oportunidad de ser bendecido por una persona benefactora.
Hoy más que nunca se necesita una espiritualidad que no esté basada en apariencias y en
promesas huecas de prosperidad. En este sentido hay esperanza para la persona quienreconociendo sus fortalezas y asumiendo sus limitaciones se acerca, despojado de todo viso de
arrogancia, al dador de la vida con un corazón contrito y humillado (Salmos 51:17) y ciertamente
recibirá una bendición. Por otro lado la persona que esconde su “sed y hambre de justicia” detrás de un ropaje legalista corre el riesgo de secarse y quedarse sin la bendición (Mateo 7:7-8). A Jesús le preocupaba que los líderes religiosos usaran la fe y la espiritualidad como medios para encubrir sus prácticas egoístas y opresivas. Es por esto que él con fuerza proclama que ese tipo de religión estéril no tiene cabida en su reino y ha de socavarse de raíz. “Por la mañana, al pasar junto a la higuera, vieron que se había secado de raíz” (Marcos 11:20-21). En contraste una religión y espiritualidad que vivifique evita todo tipo de apariencia y matiz de engaño. Además este tipo de perspectiva religiosa entiende el carácter humano de nuestra existencia donde abundan las limitaciones pero también deseo por crecer y trascender. De allí que una espiritualidad liberadora aplaude la transparencia y está dispuesta a dar cuenta de cada una de sus decisiones y acciones en beneficio de una mejor humanidad.
Una espiritualidad transformadora no tiene necesidad de recurrir a la apariencia de bien, a las
artimañas de persuasión engañosas ni mucho menos a la coerción religiosa. Simplemente se
recurre a la fe en Dios sabiendo que por medio de ésta se puede alcanzar hasta lo imposible. La
fe es entonces el canal mediante el cual se le da permiso a Dios a que manifieste su poder
soberano en nuestras vidas (Marcos 11: 20-25; Mateo 17:20; Lucas 17:6). Es así como Jesús de
Nazaret invitó a sus escuchas a que le abrieran paso a Dios en sus vidas y de esta manera ver en
acción como el poder divino transforma lo estéril en fecundo y lo agrio en algo agradable al
paladar. El Evangelio según Marcos cierra esta enseñanza recordando un elemento central en
este nuevo modelo de vivir promovido por Jesús, como lo es, el perdón y la renuncia a todo viso
de venganza y violencia (Marcos 11:25). Esto es, aunque alguien tenga la razón y promueva una
causa justa no tiene excusa para escoger el camino de la agresión hacia las personas que
disientan de sus puntos de vistas.
Lamentablemente el mensaje reformador de Jesús de Nazaret no fue bien recibido por algunos
líderes religiosos y políticos en tanto se sentían amenazados por la firmeza y pasión de las
proclamaciones de este maestro de Galilea. Entre los grupos religiosos se encontraban los
Saduceos quienes eran los sacerdotes, y, aunque eran minoría por su estatus aristocrático eran
personajes de mucha importancia en esa sociedad. Muchos de ellos vivían en las colinas donde
habían construido mansiones muy elegantes. Un grupo selecto, “los sumos sacerdotes”—
compuesto por el actual sumo sacerdote, los anteriores jefes sacerdotales y otro grupo especial de clérigos—, además de dirigir todo lo referente al templo asistía al prefecto o alcalde romano en los asuntos políticos de toda Judea y para esto contaban con una policía o seguridad privada que les ayudaba a mantener el orden. La mayoría de las entradas financieras de los saduceos
provenían de los artículos religiosos vendidos en el Templo, de los diezmos, de las ofrendas y de los impuestos que cobraban a las personas que profesaban la religión judía. Las personas pobres, los campesinos y los nacionalistas consideraban a los saduceos como un grupo corrupto,
desconectado de la realidad y liberal que se había unido a los romanos para explotarlos. No hay
muchas referencias directas de Jesús hacia los saduceos, pero, sin duda su mensaje representaba
una amenaza para ellos en tanto denunciaba el mercantilismo del templo, se refería a las
prácticas religiosas del templo como obsoletas, consideraba que el templo en si no era una
necesidad religiosa y que el perdón de Dios era gratuito por lo tanto los diezmos ya no eran una obligación y señal de creencia. Estas declaraciones atrevidas de Jesús de Nazaret generaron
sospechas en los saduceos y al sentirse aludidos decidieron deshacerse de él.
Otro grupo religioso importante eran los fariseos o laicos conservadores quienes por lo general se dedicaban a estudiar detenidamente los preceptos de la Torá y algunos ocupaba puestos
administrativos como educadores u oficiales subalternos del gobierno. Este grupo religioso
heterogéneo centrado en las tradiciones, por lo general imponía sus prescripciones religiosas en
lo referente a las comidas, la identidad de pueblo escogido, las reglas de santidad, los rituales religiosos y las interpretaciones de la ley. Jesús de Nazaret se dirige a ellos de manera directa denunciando la inflexibilidad religiosa que les caracterizaba, condenando el fanatismo religioso que los llevaba a ponerles cargas a los creyentes por encima de las expectativas de Dios y les reprobaba la emisión de juicios sin misericordia. Este grupo conservador, sin embargo, coincidía con la invitación de Jesús de Nazaret a vivir de manera santa y justa pero tenían grandes discrepancias con él en referencia a la manera de lograrlo.
Había también otros grupos tales como los rebeldes guerrilleros llamados Zelotes quienes no
escatimaban el usar la violencia como medio para lograr valer sus derechos y aspiraciones. Otro
grupo eran los Esenios quienes al parecer tenían posturas ascetas que los llevaba a separarse de
las realidades del presente para concentrarse en la venida apocalíptica de un Maestro de Justicia que arreglaría todas las cosas y establecería la paz eterna. Flavio Josefo (c. 37-101 d.C.), historiador judío, relata que estos grupos en ocasiones trabajan juntos y en otras se atacaban sin misericordia (Antigüedades judías 13, 18). Para los saduceos Jesús era muy conservador y para los fariseos era muy liberal. Para los Zelotes muy pacífico y para los Esenios muy centrado en el presente. De manera que se puede decir que Jesús de Nazaret era independiente y proponía un modelo de vida religiosa, política, social y económica muy peculiar.
Los dos grupos más influyentes, Saduceos y Fariseos, cuestionaban la autoridad con la cual Jesús
enseñaba, sanaba y predicaba. Específicamente les molestaba que este maestro se refiriera de
manera tan irreverente al Templo e ignorare las lecturas e interpretaciones tradicionales de la
Biblia que ellos enseñaban. “Llegaron de nuevo a Jerusalén, y mientras Jesús andaba por el
templo, se le acercaron los jefes de los sacerdotes, los maestros de la ley y los ancianos. — ¿Con qué autoridad haces esto? —lo interrogaron—. ¿Quién te dio autoridad para actuar así? —Yo
voy a hacerles una pregunta a ustedes —replicó él—. Contéstenmela, y les diré con qué
autoridad hago esto: El bautismo de Juan, ¿procedía del cielo o de la tierra? Respóndanme. Ellos
se pusieron a discutir entre sí: Si respondemos: Del cielo, nos dirá: Entonces, ¿por qué no le
creyeron? Pero si decimos: De la tierra — Es que temían al pueblo, porque todos consideraban
que Juan era realmente un profeta. Así que le respondieron a Jesús: No lo sabemos. Pues yo
tampoco les voy a decir con qué autoridad hago esto” (Marcos 11: 27-33, NVI).
La pregunta que le presentan a Jesús de Nazaret es: ¿Con qué y quién te dio autoridad para actuar así? La autoridad por lo general tiene que ver con el derecho para actuar o hablar de una manera particular y el poder se relaciona con la capacidad que se tiene para influir a las demás personas o situaciones. Al invocar a Juan el Bautista, Jesús en esencia les está diciendo que la voz del cielo escuchada en su bautismo, “Tú eres mi Hijo amado; estoy muy complacido contigo”
(Marcos 1:11) era la fuente de su autoridad y poder. Este razonamiento de profundidad teológica
ofrecido a estos líderes miembros del Sanedrín señalaba la importancia de la fe como medio indispensable para conseguir respuestas a las más grandes interrogantes teológicas. Estos líderes reconocían que Jesús de Nazaret impartía su mensaje y realizaba sus curaciones con autoridad (Marcos 1: 22). La realidad espiritual y el poder del Altísimo no se pueden digerir meramente a través de ejercicios lógicos racionales sino por medio de la integración de las emociones y la fe.
El reino del que hablaba Juan el Bautista y luego Jesús de Nazaret implicaba el reconocer la
necesidad espiritual que ocupa a cada persona, el escuchar la voz de Dios, el creer en su poder, el arrepentirse de una vida que se queda corta de los principios de justicia, compasión y humildad, así como también, el comprometerse a vivir una vida según la voluntad de Dios. Las acciones y conductas nuestras son las encargadas de proclamar a las demás personas de donde viene nuestra autoridad y poder.
Jesús de Nazaret decide aclarar su perspectiva referente a la importancia de ejercer la autoridad con bondad y caridad diciendo que una vez que se abusa el poder se corre el riesgo de perder la autoridad y de ser sustituido por un líder más justo. Esta premisa es ilustrada con la siguiente alegoría: “Un hombre plantó un viñedo. Lo cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Luego arrendó el viñedo a unos labradores y se fue de viaje. Llegada la cosecha,
mandó un siervo a los labradores para recibir de ellos una parte del fruto. Pero ellos lo agarraron, lo golpearon y lo despidieron con las manos vacías. Entonces les mandó otro siervo; a éste le rompieron la cabeza y lo humillaron. Mandó a otro, y a éste lo mataron. Mandó a otros muchos, a unos los golpearon, a otros los mataron. Le quedaba todavía uno, su hijo amado. Por último, lo mandó a él, pensando: ¡A mi hijo sí lo respetarán! Pero aquellos labradores se dijeron unos a otros: Éste es el heredero. Matémoslo, y la herencia será nuestra." Así que le echaron mano y lo mataron, y lo arrojaron fuera del viñedo. ¿Qué hará el dueño? Volverá, acabará con los labradores, y dará el viñedo a otros. ¿No han leído ustedes esta Escritura: La piedra que desecharon los constructores ha llegado a ser la piedra angular; esto es obra del Señor, y nos deja maravillados?” (Marcos 12: 1-11, NVI).
Los líderes religiosos a quienes Jesús les estaba hablando sabían que la primera parte de esta
parábola hacía referencia a ese texto de Isaías que se refiere a Israel como una viña y a Dios
como el viñero quien tomó todo el cuidado necesario para que ésta diera uvas dulces pero en su
lugar produjo uvas agrias (Isaías 5: 1-7). Seguidamente de manera muy atrevida Jesús introduce
algo completamente nuevo y distinto; el carácter de los labradores crueles para referirse a los
líderes religiosos que le escuchaban y que no hacían uso sabio de la autoridad que se les había
dado. Estos labradores prácticamente expropiaron al dueño (Dios mismo) y maltrataron a cada
uno de sus enviados. Este acto de usurpación y traición al olvidárseles su role de administradores e imponerse como dueños era una clara demostración de abuso de autoridad, y, por lo tanto los descalificaba para seguir en el liderazgo. Jesús indica que el problema no está en la viña en tanto ésta generó las uvas dulces sino en los labradores quienes abusaron del poder. Estos líderes agresivos, arrogantes y violentos habían demostrado su incompetencia, y, consecuentemente tendrían que ser despedidos de sus cargos. Los líderes del sanedrín al escuchar este mensaje “cayeron en la cuenta de que la parábola iba dirigida contra ellos y buscaban la manera de arrestarlo. Pero temían a la multitud; así que lo dejaron y se fueron” (Marcos 12:12).
El mensaje de esta parábola es muy claro, en el pueblo de Dios, los puestos de liderazgo son una
oportunidad para servir y nunca para oprimir. Cada vez que a los líderes se les olvide su papel de cuidar con diligencia y probidad a las personas bajo su cargo, y, en su lugar los exploten serán irremediablemente despedidos por el Creador de todo lo que existe. El mismo Dios instalará a otros líderes según su voluntad, quienes probablemente tampoco serian aceptados por la junta de gobierno o sanedrín por no ser como el resto de los líderes. Pero, que al final, estos hombres y mujeres escogidos por Dios se convertirían en los baluartes de la justicia, del amor y de la paz. “La piedra que desecharon los constructores ha llegado a ser la piedra angular. Esto ha sido obra del Señor, y nos deja maravillados. Éste es el día en que el Señor actuó; regocijémonos y alegrémonos en él” (Salmos 118-22-24, NVI).
La herencia no es nuestra sino de nuestro Dios. Nosotros somos simplemente sus
administradores y administradoras. La posición de liderazgo que se nos dé es solo una
oportunidad para servir con amor al pueblo de Dios. Ay de aquellos líderes que se olvidan de
cuidar a los demás y “tan solo se cuidan a sí mismos..., se beben la leche, se visten con la lana, y matan las ovejas más gordas, pero no cuidan del rebaño. No fortalecen a la oveja débil, no cuidan de la enferma, ni curan a la herida; no van por la descarriada ni buscan a la perdida. Al contrario, tratan al rebaño con crueldad y violencia. ... Por tanto, pastores, escuchen bien la palabra del Señor: Tan cierto como que yo vivo —afirma el Señor omnipotente—, que por falta de pastor mis ovejas han sido objeto del pillaje y han estado a merced de las fieras salvajes… Por tanto, pastores, escuchen la palabra del Señor…Les pediré cuentas de mi rebaño; les quitaré la responsabilidad de apacentar a mis ovejas, y no se apacentarán más a sí mismos. Arrebataré de
sus fauces a mis ovejas, para que nos les sirvan de alimento. Así dice el Señor omnipotente: Yo
mismo me encargaré de buscar y de cuidar a mi rebaño… Yo mismo apacentaré a mi rebaño, y
lo llevaré a descansar... Yo las pastorearé con justicia” (Ezequiel 34:1-16, NVI).
El sueño de Jesús de Nazaret de ver un liderazgo competente, eficiente, transparente y
compasivo sigue vivo para nuestros días. Este tipo de liderazgo organiza y moviliza las fuerzas
de las personas y las instituciones para lograr las metas, pero, siempre teniendo como norte una
ética basada en la caridad y en el respeto a la dignidad humana. Una persona líder en los
términos señalado por Jesús se siente lo suficientemente cómoda con su personalidad, su
posición de autoridad, su confianza en sus habilidades, su cuerpo de conocimiento, su
espiritualidad y sus redes sociales que no necesita recurrir a la coerción o la imposición de sus posturas y expectativas. Jesús invita a sus seguidores a que sigan un paradigma distinto de
liderazgo. “Los reyes de las naciones oprimen a sus súbditos, y los que ejercen autoridad sobre
ellos se llaman a sí mismos benefactores. No sea así entre ustedes. Al contrario, el mayor debe
comportarse como el menor, y el que manda como el que sirve” (Lucas 22: 25-26, NVI). En este
nuevo modelo de liderazgo no hay lugar para el descredito, la afrenta, y la humillación en tanto
se parte de que cada persona merece respeto y consideración.
Una persona líder competente escucha de manera activa tanto los mensajes verbales como los
corporales de sus seguidores, explora los aspectos cognitivos y emocionales de cada asunto
discutido, considera los factores contextuales y culturales que puedan estar envueltos en el
asunto, tiene fe en la resiliencia y creatividad de las personas, ejerce dominio propio al evitar imponer sus necesidades personales por encima de aquellas del colectivo, actúa con prudencia al expresar sus observaciones, intenta entender el significado trascendente del asunto, evalúa de manera consistente su proceder a fin de continuar mejorando su proceder y valora los aportes de las personas que deciden seguirle o colaborarle. Una persona líder con un nivel de competencia integral actúa y se mueve a partir de valores tales
como la libertad, la justicia y la compasión. Estos principios axiológicos le asisten en el uso
sabio de su nivel de influencia o poder evitando así el abuso de su autoridad y la explotación de sus seguidores o personas a cargo. Como embajadores de la paz, apóstoles del amor y
representantes de la esperanza aceptamos el desafío y privilegio de unirnos a Dios en el proceso
de crear una nueva humanidad. Hoy es el día para juntos construir un mundo mejor y más pleno.
Un mundo, en las palabras del Profeta Isaías, donde gracias a un liderazgo transformador aun el
desierto florecerá, las manos débiles se afirmarán, los corazones temerosos tendrán confianza,
los ojos y oídos que estaban cerrados se abrirán de par en par, los lugares peligrosos de convertirán en sitios de refugio, las observaciones de las personas sabias serán escuchadas, la
tristeza y pesadumbre abrirán las puertas a la alegría y la agresión dará paso a la paz (Isaías 35: 1-10).

Paz,
Esteban Montilla

Dios te cambia el nombre